martes, 20 de marzo de 2012

Amat victoria curamLa victoria favorece a los que se preparan 




















MEDIDAS DE SEGURIDAD EN POLIGONOS Y POSICIONES DE TIRO

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FORMULARIO ANEXO 1 APTITUD PSICOLOGICA CLU

MANUAL DE IDENTIFICACION RAPIDA MIRAF

GUIA RAPIDA DE CLASIFICACION

MET

MAR

LEY NACIONAL DE ARMAS Y EXPLOSIVOS

DECRETO REGLAMENTARIO 395/75

EVOLUCION DE LA POLVORA Y LA DINAMITA

POLVORAS Y SISTEMAS DE INICIO




















INTRODUCCIÓN A LA CARTUCHERÍA
  1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS YLOS INICIOS DE LA UTILIZACIÓN DE LA PÓLVORA NEGRA:
La historia de las armas de fuego, entendiéndose como tales las armas que utilizan la energía de los gases, producto de  la deflagración de la pólvora para arrojar proyectiles a distancia, resulta muy extensa y compleja.
Desde sus remotos orígenes el hombre hizo uso de la fuerza muscular para arrojar proyectiles, perfeccionando esta habilidad imprescindible para su supervivencia con la invención de dispositivos como arcos y hondas que almacenaban dicha fuerza muscular y la liberaban a voluntad.
Con la aparición de la pólvora, la fuerza bruta es reemplazada por una mezcla de sustancias químicas (carbón vegetal, azufre y salitre) que al ser encendida es capaz de impulsar proyectiles orientados en una dirección determinada merced al uso de un tubo o caño obturado en uno de sus extremos.
Antes de entrar en el tema de las pólvoras en sí, es conveniente hablar un poco del fuego como arma. Como tal, fue empleado desde tiempos muy remotos, particularmente en oriente, en donde existieron infinidad de fórmulas más o menos inflamables. Pero la creación de combinaciones de sustancias inflamables y detonantes, con la expresa intención de impulsar elementos sólidos, no se dio hasta que comenzó el desarrollo de la química en occidente.    
Von Braun en su libro “El resplandor de los cohetes en la historia del hombre” remontan el uso del fuego a mil años antes de Cristo, atribuyendo a los asirios el arrojar pez hirviente a sus atacantes, y a los griegos el uso de “marmitas incendiarias” y “flechas de fuego” desde el siglo IV a.C. Tácito (aproximadamente 55-117 a.C.) habla de “lanzas de fuego”; Vegecio, setecientos años más tarde, describe la mezcla de azufre, resina, betún y estopa (fibra de lino, cáñamo o yute) como de empleo incendiario. Virgilio (70-19 a.C.) en “La Eneida”, menciona intentos de Salomón para “reproducir el trueno”, posiblemente basado en las “Candelas romanas”, una suerte de fuego artificial de uso militar en la época, que eran utilizadas para causar pánico y desorden en concentraciones de equinos y tropas.
Consistía en un tubo de hierro de aproximadamente un metro ochenta centímetros, encerrado entre dos piezas huecas de madera, recubiertas por una envoltura de piel, cuero o similar. Su carga estaba formada por sucesivas capas de una pólvora fina, de cuatro o cinco centímetros de espesor, sobre las que se asentaba un proyectil de cáñamo mezclado con pólvora y cera, todo ello rodeado de una pólvora gruesa. Sostenido por un palo, introducido o unido a su extremo posterior, era posible encender el extremo anterior y lograr la expulsión de las bolas de material encendido.
En la descripción hemos mencionado el empleo de pólvora y proyectiles, mas se encuentra muy alejado de la verdadera pólvora y un real proyectil. De igual manera, podemos ver que el eje de su empleo no residía en la contundencia del proyectil, por el contrario, más bien en la capacidad de arrojar fuego y materia inflamada con fines intimidatorios.
Otro caso es el del “fuego griego”. Plutarco (46-125) en la “Vida de Marcelo” dice que Arquímedes destruyó la flota romana en Siracusa en el año 212 a.C., con una mezcla similar a la de la pólvora.  
Von Braun, afirma que durante el sitio de Constantinopla a fines del siglo VII, “los sarracenos se sintieron desconcertados ante los extraños y prodigiosos efectos del fuego artificial” y que allí se produce la introducción en el Mediterráneo del fuego griego.
El emperador bizantino León III (68-741) describe al fuego griego como arrojadizo y empleado mediante “sifones” sobre blancos navales. Agrega “tenemos distintas maneras de destruir blancos enemigos, como por ejemplo por medio de fuego preparado en tubos, de los cuales sale con el ruido del trueno y con un humo ígneo que quema las naves contra las que se arroja”. Afirma luego que los guerreros ”usaban sifones de mano” ara arrojar el fuego preparado al rostro del enemigo.
La explicación de los “sifones” quizá la podamos encontrar en un documento vaticano del siglo XI, con una ilustración referida a una bomba de mano para lanzar el fuego griego.
En él, se explica que este fuego lo hacían por medio de las siguientes artes: del pino y otros arboles perennes se sacaba la resina inflamable, se la frotaba con azufre y se la introducía en tubos de caña y los hombres soplaban en ellas con soplos violentos y continuos. Entonces, de ese modo, se encontraba con el fuego en el camino y se encendía y caía como un torbellino ígneo en la cara del enemigo.
La invención del fuego griego se le atribuye a Callinico de Heliópolis (silo VII a.C.) y presentaba dos usos:
a-      El naval: de uso posiblemente más antiguo; mezcla líquida de azufre y cal viva que al contacto con el agua detonaba, produciendo mucho humo.
b-      El terrestre: variante de la anterior, resultante de la mezcla de aceites minerales y vegetales, alquitrán, resina y grasas animales.
  1. COMPOSICIÓN Y EVOLUCIÓN DE LA PÓLVORA.
El origen de la pólvora es meramente especulativo. Parece que los chinos conocieron algo similar a la pólvora negra en el siglo VIII a.C., aunque no se puede afirmar que fueran los primeros ni los únicos. Este conocimiento, aparentemente habría llegado a Europa a mediados del siglo XIII como elemento productor de humo y/o llama, y recién en el primer cuarto de siglo siguiente se le dio aplicación para impulsar un proyectil en las, a partir de entonces, llamadas armas de fuego. Se desconoce quién tuvo la idea de utilizarla como propelente.
La primer referencia europea a la pólvora negra parece ser de Marco Graco en “LiberIgium” en el 848. Posteriormente, el monje franciscano inglés Roger Bacón (1214-1292), fue el primer erudito en el norte de Europa que publicó una descripción velada de la pólvora negra, pero no se le atribuye su invención; tampoco en su trabajo menciona su uso como carga impulsiva. Por razones religiosas y políticas no pudo se r explícito, de manera que las referencias se encuentran como un anagrama en la “Epístola de SecretisOperibusArtis et Naturae” (tratado sobre los secretos de la ciencia y la naturaleza).
La tradición le atribuye al monje franciscano alemán BertoldSchwarz (1300?), persona de dudosa  existencia real, el descubrimiento accidental de la fórmula de la pólvora negra en Friburgo (1313) y su posterior aplicación militar como carga impulsiva. Posiblemente su verdadero nombre fuera KonstantinAnklitzen, adoptando el de Bertold al incorporarse a la orden franciscana, y que Schwarz (negro en alemán) más que su verdadero apellido sea un sobrenombre (Schwarzer: el negro) por su afición a la magia negra, o por pertenecer a la orden franciscana (monjes negros). También se lo llamó Maestro Bertold. En un escrito de 1410 se da cuenta de sus experimentos, pero como los archivos de la Orden en Friburgo  fueron destruidos antes de la Reforma, no hay constancia escrita de sus trabajos. También la tradición le adjudica ser el primero que fundió cañones de bronce.
Un antiguo escrito anónimo de 1410 dice “este arte ha sido descubierto por un Maestro. Su nombre era Maestro Bertoldo, quien manejaba la Gran Alquimia. Él, mezcló los ingredientes en un mortero de cobre, lo tapó fuertemente y lo puso en el fuego. El mortero explotó en pedazos, luego el Maestro trató de hallar si era posible lanzar una piedra del mismo modo”. En 1643, Joseph Furtenbach en su “Tratado de Artillería” recoge la afirmación y hecha a rodar la leyenda y la controversia.
Por su parte, el erudito inglés y capellán del Rey Eduardo III de Inglaterra Walter de Millemete, aproximadamente en 1325 preparó un trabajos ilustrado para el Rey, titulado “De SecretisSecretorum”, donde a pesar de no mencionarla pólvora, ni los cañones, aparecen cañones en forma de botella muy abultadas en la culata y algo menos en la boca, por la que se observa una punta de flecha.
Respecto de los primeros proyectiles que se usaron en este tipo de armas, fueron una especie de lanzas cortas y gruesas con una envoltura en su parte posterior de lienzo para obturar y aprovechar mejor los gases generados. Pero muy pronto se dieron cuenta de que estos cañones eran más eficaces si lo cargaban con un proyectil esférico de piedra o hierro, y a partir de ese momento el progreso fue imparable y acorde con los nuevos descubrimientos, mejores pólvoras significaban mas rendimiento pero requerían mejores cañones, pasando de los cañones obtenidos por el procedimiento de forja a los de fundición, bastante mas seguros que los primeros.
Aun así, los primeros cañones mataron casi con toda seguridad a mas artilleros que enemigos. Según las crónicas de la época, deducimos que daban un toque de color a las batallas y causaron un cierto desconcierto al enemigo.
La pólvora negra es el más viejo explosivo conocido. Tradicionalmente es una mezcla mecánica de nitrato de potasio (salitre), carbón vegetal y azufre finamente pulverizados.
El salitre es el elemento comburente y el carbón el combustible principal. El azufre actúa también como combustible, pero se agrega básicamente para homogeneizar la mezcla y disminuir la temperatura de combustión, aunque tiene el inconveniente de aumentar los residuos.
Durante la época en la que se usó como carga impulsiva, las proporciones de los componentes han variado desde porcentajes 42/29/29 (S-C-A) en 1250 a un 75/10/15 en 1871. El motivo de esta variación obedece a las mejoras en la calidad de los cañones.
La pólvora negra enciende espontáneamente a aproximadamente 300ºC y desarrolla una elevada temperatura de combustión (2300/3800ºC). Circunstancia que causa una gran erosión en las ánimas de las armas, quema con un considerable humo blanco y deja gran cantidad de residuos sólidos (aproximadamente 45% de gases y 55% de residuos sólidos de su peso original), residuos que obstruyen el ánima y que por ser higroscópicos causan oxidación. Generalmente se la encuentra con granos chicos, negros, que estén recubiertos con grafito.
Es higroscópica y sujeta a un rápido deterioro cuando se la expone a la humedad, pero si se la conserva seca, mantiene indefinidamente sus características explosivas.- es uno de los explosivos más peligrosos para manipular dada la facilidad con que enciende por calor, fricción o chispa.
Actualmente se la sigue utilizando en armas de avancarga. Las pólvoras negras actuales se clasifican en cuatro grados de acuerdo al tamaño del grano. De mayor a menor: Fg, FFg, FFFg, FFFFg (la F es fine, cuantas más F más fino el grano; la g es grade). Ocasionalmente se omite la g y la cantidad de letras F (F, 2F, 3F, 4F). la norma más aceptada para definir el tamaño de los granos de cada clase es pasar la pólvora por coladores con distinta cantidad de hilos por pulgada.
La pólvora de serpentín: fue la primera y cruda forma de pólvora negra, obtenida por la mezcla física de sus tres componentes básicos y que se presentaba como un polvo negruzco.
Tenía el inconveniente que sus componentes se separaban por el movimiento durante un transporte largo, y que emanaba peligrosos gases explosivos. Asimismo era inestable y con la humedad formaba grumos que quemaban lentamente. Si se atacaba excesivamente (con la baqueta) se compactaba y no dejaba espacio para el pasaje de la llama, ardiendo lentamente o no encendiendo. En cambio si se la atacaba poco, la llama era muy débil.
Dejaba siempre residuos gomosos que obstruían rápidamente el ánima. Fue sustituida por la pólvora granulada cuando las armas tuvieron una resistencia adecuada.
La pólvora granulada: fue uno de los primeros intentos de producir pólvora negra en granos a partir de la pólvora de serpentín. Era tosca e irregular en el tamaño de los granos.
Por su forma, era más estable físicamente y menos higroscópica que la pólvora de serpentín, su uso se generalizó en la segunda mitad del siglo XVI ya que aumentó la fuerza en un 30% y obvió la separación de los componentes como en el caos anterior. El atacado a fondo del proyectil sobre la pólvora no producía fallas de fuego, ya que quedaban espacios con aire entre los granos, lo que mejoraba la combustión, quemando aproximadamente al doble de la velocidad que la de serpentín.
Para fabricarla, se humedecía el polvo con alcohol y agua para formar una pasta, se la comprimía en forma de tortas dejándola secar para luegofragmentarla y tamizarla, separándola así, por el tamaño de sus granos.
Uno de los desarrollos más avanzados fue el recubrimiento de los granos con grafito que disminuía la higroscopicidad y la tendencia a desarrollar cargas  estáticas, mejoraba la fluidez y eliminaba la posibilidad de aglomeraciones durante estibas prolongadas. La primera referencia a la pólvora granulada se encuentra en el Feuerbuch (Libro del Fuego) de Konrad von Schongau (1429). Si bien los experimentos con este tipo de pólvora habrían comenzado en Francia en el siglo XIV, fue perfeccionado en Nuremberg en el siglo XV.
La pólvora blanca (1785) era pólvora negra en la que se reemplazaban algunos componentes: al salitre por clorato de potasio (49% de clorato de potasio, 28% de prusiato de potasio y 23% de azufre). Tenía la ventaja de dejar pocos residuos pero era muy corrosiva y muy sensible. Fue utilizada en la Guerra Civil norteamericana. También era llamada pólvora cloratada, pudiendo tener cloratos de amonio o sodio.
Pólvora marrón: esta fue la última etapa en la evolución de la pólvora negra. Se fabricaba con un alto contenido de salitre (hasta un 80%), eventualmente no se utilizaba azufre y carbón que no se encontraba completamente quemado, pudiendo ser de paja de centeno. Desarrollaba una combustión más lenta que la negra, con lo que mejoraba la balística; también producía menores residuos ácidos corrosivos. Pronto fue superada por las verdaderas pólvoras sin humo, las nitrocelulósicas.
  1. LAS PRIMERAS ARMAS DE FUEGO
Los grandes cañones cambiaron de manera dramática las reglas de la guerra, derribando la hegemonía de las armas blancas en las batallas, pero se hacía necesario contar con armas de fuego que pudieran ser transportadas y disparadas por un solo hombre.
En el siglo XIV, allá por el año 1350, aparecen las primeras armas de fuego portátiles, en rigor de verdad, consistían en sencillos cañones de mano de avancarga. La necesidad de contar con armas cada vez más eficientes impulsó su perfeccionamiento.
Las primeras balas utilizadas en estas primitivas armas eran de piedra o hierro, de forma esférica. Dicha configuración resultaba poco aerodinámica y provocaba un corto alcance.
Las balas esféricas carecían de precisión dado que los gases producidos por la deflagración de la pólvora escapaban por los espacios existentes entre la bala y las paredes internas del caño. Sobredimensionar las balas representaba tener que empujarlas dentro del caño a la fuerza corriendo el riesgo de deformar su forma esférica.
Hacia el año 1600 en Alemania, aparecen los primeros ‘calepinos’ los que consistían en un trozo de tela de algodón o lino lubricado, o mojado con saliva que envolvía la bala para lograr mayor estanqueidad. También podía usarse un trozo de cuero crudo. Su nombre proviene del monje italiano, Ambrosio Calepino.
Para lograr mayor precisión se recurre al rayado del interior del ánima del cañón, descubrimiento que se atribuye al armero alemán Augusto KOTTER y al diseñador austríaco Gaspar KOLLER, en el año 1450. La tarea de ingresar la bala para que tome el estriado dentro del cañón obliga a forzar la introducción de la misma a veces empleando baqueta y mazo. De tal modo se lograba mejor precisión en el tiro, pero mayor demora en la operación de carga.
Posteriormente se desarrollan las balas cilíndricas. El capitán del ejército francés, Charles Claude Etienne MINIÉ concibe una bala cilíndrico-cónica de base hueca, denominada  ‘MINIÉ’, la que al ser disparada se expande durante su avance en el interior del cañón ajustándose al rayado e iniciando un movimiento giratorio sobre su eje y estabilizando su vuelo hacia el blanco.(1849).
Existen distintos tipos de balas cilíndricas (balas R.E.AL. o Rifling Engraved At Loading – Toma de Estriado al Cargarse, Maxibalas, etc.) las mismas tienen como característica distintiva notorios anillos en su estructura los que se usan para aplicarles grasa de cerdo que actúa como lubricante.
También aparecieron cañones con ánimas poligonales y balas de idéntica configuración destinados a lograr un movimiento giratorio del proyectil sobre su eje. Un arma de este tipo, con su sección hexagonal fue desarrollada por el inglés Joseph WITHWORTH en 1860.
Respecto a los sistemas de ignición en las armas de avancarga, en un principio, para encender la carga propulsora se usaba una antorcha, un tizón o un hierro al rojo vivo, luego se generaliza el uso de la mecha encendida, más tarde se utilizaron las chispas del roce de una rueda metálica con una piedra de pirita (mineral de hierro) o silex, o  por el golpe de pedernal contra una pieza de hierro o más recientemente la detonación del explosivo conteniendo la cápsula fulminante.
Cañones de mano:
Se trata de versiones simplificadas de los cañones de gran tamaño, a los que se los denominó cañones de mano por ser portátiles.
Fabricados en hierro o bronce aparecen por el año 1350, existiendo ejemplares hallados en Suecia (Bombardilla de Loshult) y Alemania (Arma de Tannemberg). No obstante, se conocen crónicas de batallas donde se mencionan el uso de armas en Europa desde el periodo 1247 al 1331.

Al principio todas las armas de fuego se cargaban introduciendo por su boca la pólvora de impulsión, un taco y el proyectil o proyectiles. En cuanto al funcionamiento del sistema de ignición existen importantes controversias ya que se menciona la posibilidad del empleo de una braza o hierro enrojecido para hacerlo funcionar introduciéndolo en el fogón, pero parece más probable que se usara un botafuego, que consistía en una varilla con un trozo de yesca o mecha encendida asegurada en un extremo.
Estas armas sólo resultaban peligrosas para el enemigo en distancias cortas, porque no tenían el suficiente alcance, pero conferían al usuario un gran poder disuasorio y psicológico sobre el adversario. En contrapartida, hay que destacar que eran armas de un engorroso funcionamiento y que revestían cierto peligro para el que las manejaba ya que podían estallar en las manos con mucha facilidad, y su precisión era dudosa.
Esta situación mejoró en el siglo XV con la incorporación del serpentín en los sistemas de mecha, lo que permitía sostener el arma con ambas manos y apuntar al objetivo con mayor precisión, aumentando así la eficacia del arma
El primer documento en el cual se registra la utilización de armas de fuego, corresponde a una crónica de la ciudad de Gante (Bélgica) fechada en 1313, en la cual se dice que este tipo de armas se empleo por primera vez en Alemania. Desde el año 1350 ya encontramos constancias graficas de un arma que un hombre podía manejar y disparar por si mismo.

            SISTEMAS DE IGNICIÓN
  1. ANTORCHA, TIZÓN, O HIERRO AL ROJO VIVO:
Estas primeras armas de fuego, ligeras o portátiles, consistían en un tubo metálico, cerrado por un extremo, llamado "culata" y en la parte superior de esta existía un orificio, el fogón. El uso del arma era una tarea compleja ya que por el extremo abierto se introduce la pólvora, el o los proyectiles con cera, y un tapón de estopa o papel, se comprimía a golpes de baqueta y así cargada se llenaba con pólvora el fogón y se apoyaba en el suelo en un ángulo apropiado, tras apuntar con una mano lo más precisamente posible y sosteniéndola con una mano, con la otra se acercaba al pequeño orificio una mecha o un carbón encendido, el cual comunicaba el fuego al interior del arma produciendo el disparo, e impulsaba la bala de piedra o hierro. Producía con esto, un espeso humo y un fuerte retroceso.
Para poder tomar el arma y apoyarla en el suelo, esta poseía un soporte de madera que hacía las veces de  mango y protegía al tirador de las altas temperaturas del caño de metal.
Las dimensiones y peso de estas armas era variable pero en general poseían un ánima de unos 35 mm y una longitud de  unos 30 o 40 cm, con un peso que rondaba los 10kg.
Estas primitivas armas de fuego pueden considerarse como las antecesoras de las pistolas, aunque no era otra cosa que un pequeño cañón de mano. El principal inconveniente que presentaba este método es que necesitaba una mano para llevar la mecha al oído del arma, por la cual esta solo podía empuñarse con una sola mano. En la búsqueda de un sistema seguro para "dar" fuego al arma, nació la llave de serpentín.
  1. ARMAS DE AVANCARGA PORTÁTILES, EVOLUCIÓN. UTILIZACIÓN DE LA LLAVE DE MECHA O SERPENTÍN:
Un adelanto importante en las armas fue el sistema de mecha dado que permitía apuntar el arma y al mismo tiempo disparar.
En efecto se facilitaba el apuntar dedo que ya se adoptaba el afuste, caja de madera o culata del arma para poder sostenerla horizontalmente y apoyarla en el hombro para soportar el retroceso y se crea así el primer mecanismo de disparo, que era una simple varilla en forma de ‘C’ con una hendidura en el extremo para poder sujetar la mecha.
La llave de mecha más antigua que se conoce consiste en un gancho curvo, sujeto mediante un tornillo al costado derecho del arma. El disparo se realizaba basculando el gancho (serpentín) hasta que la mecha, a él sujeta, se ponía en contacto con el cebo de pólvora que contenía la cazoleta.
Este sistema evoluciono transformándose en un barra en forma de "S", Disponía de un pivote en su centro que le permitía girar. Cuando se tiraba de su extremo inferior, el superior, sobre el cual estaba colocada la mecha encendida, basculaba hacia abajo situándola sobre la cazoleta que contenía el cebo, y así se producía el disparo.
El siguiente paso en la evolución de la llave, fue la instalación de un muelle que hacia volver a su posición original al extremo portador de la macha. Esta llave alcanzo su mayor perfeccionamiento cuando se la doto de un sistema a base de palancas y resorte que facilitaban, acortabas y aseguraban el funcionamiento del arma; ya que, mediante una palanca de largo brazo y un muelle, se consiguió un funcionamiento mecánico, que hacia llevar la mecha encendida sobre la cazoleta del arma, con un pequeño movimiento de un disparador, accionado igual que en una moderna arma, con el dedo índice de la mano.
Las llaves de mecha pueden catalogarse en dos grupos principales. Las que la presión del disparador aproxima lentamente la mecha a la cazoleta; y las que al apretar el disparador, la mecha se mueve bruscamente, bajo la acción directa de un muelle, acercándose al cebo.
En ocasiones era difícil mantener la mecha encendida por lo que se encendían los dos extremos, asegurándose así el uso del arma, en caso de apagarse uno de ellos. La mecha se encendía frotando un trozo de pedernal contra otro de acero, sobre el que se colocaba la mecha.
La mayor simplicidad y perfección de la llave de mecha se encuentran en los mosquetes hindúes del siglo XVIII y XIX. Armas caracterizadas por su largo cañón y su ornamentación en oro, plata, nácar y lacas, sobre su caja de madera.
El mecanismo se encontraba dentro de la caja e incluso de la serpentina solo asomaba la cabeza que sujetaba la mecha, además de poseer un funcionamiento del disparador suave y seguro.
A pesar de los inconvenientes de la llave de mecha, sobretodo posibilidad de accidente manejando la mecha junto con la pólvora, imposibilidad de manejo en condiciones climatológicas adversas, la detección nocturna por el fulgor de la mecha encendida, etc., el sistema fue capaz de perdurar casi tres siglos; aún en el siglo XVIII persistían en armas de concurso. La utilización de armas militares durante mucho tiempo fue en definitiva su simplicidad y su bajo coste. El manejo, dada su peligrosidad, requería una buena y larga instrucción, y gran destreza hasta lograr marcar los tiempos de la carga maquinalmente.
El arcabucero o mosquetero era un soldado selecto, lo cual lo hacían notar en la vestimenta y en el donaire al desfilar. La mecánica de la carga y del disparo era tan compleja como lo que sigue: La mecha debía estar encendida por los dos extremos, para así tener más seguridad de que al menos uno de ellos estuviese encendido en el momento del disparo. La misma mano izquierda debía sujetar el arma y la mecha encendida. Debía verter la carga de pólvora en el cañón, luego introducir la bala sacándola de la bolsa o de la boca y atacarla, junto con un trozo de estopa, tela, piel muy fina o papel, con la baqueta. Por ultimo cebar el fogón o cazoleta con pólvora fina vertida del polvorín, cerrar la guarda de la cazoleta y ajustar la mecha en el serpentín, soplando el extremo incandescente para avivar la brasa y desprender la cenizas. En el momento de disparar, debía abrir la guarda, encarar el arma, apuntar y apretar el gatillo. Después del disparo debía retirar la mecha del serpentín e iniciar otra vez todas las operaciones descritas para volver a efectuar otro disparo.
Al respecto es curioso comentar el reglamento militar del Estado de Virginia que recogemos del libro de H. L. Peterson. Este reglamento data de 1611, y describe como debe actuar un mosquetero de guardia: “Debe llevar su arma sobre el hombro, los dos extremos de la mecha encendidos, el moquete cargado y atacado, balas en la boca y permanecer así al acecho, vigilante y con el oído alerta hasta que su cabo venga con el relevo”. Dio seguridad y agilidad en el mecanismo de la carga la introducción, de lo que podíamos llamar precursor del cartucho, de pequeños envases de madera en los cuales estaban dosificadas las cargas de pólvora2. Parece ser que lo corriente es que portaran doce envases o cartuchos de esta índole, y que dieron en llamar “los doce apóstoles” También portaba, el arcabucero o mosquetero, además del pesado arcabuz o mosquete, la mecha y la polvorera, otra pequeña polvorera conocida con el nombre polvorín para cebar con pólvora fina la cazoleta o fogón. La munición de balas la portaba en una bolsa y en combate en la boca como ya hemos mencionado, complicaban la dotación con la baqueta para empujar la bala y atacar, y la horquilla de apoyo para poder apuntar la pesada armas.
La mecha sé hacia de una fibra vegetal, como algodón, lino o cáñamo, que se impregnaba de una sustancia muy combustible corrientemente con salitre, de tal forma, que diese una combustión lenta formase un ascua permanente, a razón de entre 8 y 30 cm por hora.
Las exploraciones y conquistas europeas extendieron por las Indias Orientales, a partir del siglo XVI, este tipo de armas. Vasco de Gama llegó a las Indias Orientales en 1542, pero serian los navegantes portugueses los que darían a conocer estas armas en el Japón o Cipango. Precisamente la tirada que denomina el Comité Internacional “tanegashima”, conmemora el nombre de la isla del Japón donde se dieron a conocer por primera vez este tipo de armas en este país.
Según la crónica japonesa que narra la llegada de los portugueses en un documento de la “Era Keichoa” (1596 -1614); conocida como crónica “Teppo-ki” o “Crónica de los Arcabuceros”. Parece ser, que todo empezó con el arribado forzoso a esta isla de un junco desarbolado a causa de un tifón en 1543, en el que viajaban los portugueses Antonio de Mota, Antonio Peixoto y Francisco Zeimoto. Cinco meses después el “daímo” Tokitaka1 tenia 600 réplicas de lo que debieron ser petrinales, y había montado una fabrica de pólvora. El “kajiya” local2 llamado YaittaKimbeiKujosada, que copio los petrinales portugueses, entrego a su hija Wakasa en agradecimiento por la información. El capitán portugués que la recibió en prenda, se vio forzado poco después, a devolverla a causa de la enorme tristeza que invadió a la doncella por el abandono del hogar familiar y de sus costumbres. El arcabuz de mecha se extendió por todo Japón y fue el arma de fuego tradicional hasta los tiempos más modernos, los perfeccionamientos occidentales en armas portátiles no se adaptaron en Japón hasta la mitad del siglo XIX.
De cualquier forma el arma portátil de llave de mecha, era complicada y difícil de manejar, poco precisa y que sólo evidenciaba su efectividad militar cuando se disparaba masivamente sobre formaciones nutridas de soldados. Un ejemplo de indignación en contra de sus deficiencias e ineficacia .El conquistador Hernando de Soto, allá por el año 1539, en su marcha por el “Sudoeste Americano”, se sintió tan defraudado por la poca precisión de sus arcabuces, en contra de la gran movilidad de los indios, que los destruyó y con sus cañones forjó picas.
  1. LA LLAVE DE RUEDA
En el siglo XVI aparece una gran aportación a la ignición de la carga de pólvora de las armas portátiles, la llave de rueda. El sistema se inspiró probablemente en la mecánica existente de conseguir fuego haciendo incidir un haz de chispas, logrado al golpear una pieza de acero o eslabón con un trozo de pirita o sílex, sobre yesca bien seca; el típico chisquero. En aquel tiempo fue la culminación del sueño de los armeros. El mecanismo se asemejaba a un encendedor actual.
Estaba constituido por un disco de acero, dentado en el borde, y cuyo eje era accionado por un consistente resorte mediante una cadeneta. La rueda estaba cubierta con una placa de hierro o bronce, que se denominaba “timbre”. El borde de la rueda pasaba por la cazoleta, sobre la que incidían unas mordazas que sujetaban un trozo de pirita, y que podían ser basculadas para alejarlas o acercarlas a la cazoleta en contacto con la rueda dentada, con lo que al alejarla aunque se disparase accidentalmente no se producían chispas y por lo tanto el disparo; en algunos casos disponían de un seguro que inmovilizaba la rueda. Una llave de cuadradillo, al accionarla sobre un macho del eje de la rueda, enroscaba la rueda tensando el resorte a través de la cadeneta, al liberarlo con el gatillo, el rápido girar de la rueda producía sobre la  pirita un nutrido haz de chispas que encendía el cebo de la pólvora depositado en la cazoleta, y que transmitía el fuego a través del oído a la pólvora de la recámara. También, posteriormente, se les dotó de un dispositivo que al apretar el gatillo corría la guarda o cobija que cubría la cazoleta con el cebo.
Todo lo dicho hacía este tipo de llave fuera muy compleja, necesitaba un maestro armero especializado, casi un relojero, por lo que resultaba que este sistema fuese muy caro y solo al alcance de unidades de elite, caballería ligera, guardias reales y armas de caza de lujo para grandes señores, estas firmemente labradas y decoradas.
El arma de fuego de llave de rueda se extendió por todos los países de habla alemana fundamentalmente y luego al resto de países europeos, y especialmente en América; continúo fabricándose durante dos siglos. Cuando Carlos V fue coronado emperador de Alemania, introdujo en España la llave de rueda al traerse armeros especializados en su construcción. Carlos V tenía la afición de la armería a la que dedicaba todo su tiempo libre, ya que según dice H. L. Peterson, soñó toda su vida con llegar a ser un buen armero. A pesar de que en 1650 decayó su uso, se siguió utilizando y fabricando llaves de rueda, las últimas armas de este tipo construidas comercialmente fueron pistolas de Le Page fechadas en 1829 en Paris.
La paternidad del invento es situada en algún lugar entre Nuremberg y Milán, la razón de esta afirmación es la de que la documentación existente, y los primeros artilugios conocidos provienen de esta zona, que fue el principal centro de producción y el más célebre. La tradición alemana atribuye el invento de la llave de rueda a Johann Kiefuss de Nuremberg en 1517, pero esta paternidad esta poco documentada y más originada por la leyenda que por datos concretos. El documento más antiguo que se conoce, data 1508, es el Codex Atlanticus de Leonardo da Vinci y describe una llave de rueda, si bien es un croquis muy teórico que indica que pudo ser el inventor pero que no llevo a la práctica el invento. En la crónica de los Augsburgo, allá por los años 1515, se encuentra una referencia documental sobre una arma con llave de rueda. También se conserva un ejemplar de arcabuz de llave de rueda, más clásico, fabricado para el mismo Carlos V y que data de 1530. Unas llaves de rueda de aspecto primitivo, con el resorte anterior, han sido atribuidas a la península Ibérica.
El que el arma tuviera tal eficacia, hizo que ejerciese gran influencia sobre la sociedad de aquellos tiempos en general y sobre la estrategia bélica. El que ya se pudiera llevar un arma de fuego oculta dispuesta para disparar, hizo que el emperador Maximiliano prohibiera su uso y fabricación, allá por los años 1518. En la ciudad italiana de Ferrara, fue prohibido llevar ballestas y armas de fuego de rueda dentro de la ciudad, al año siguiente las ordenanzas fueron más severas y decían que considerando diabólicas las armas de fuego de rueda, prohibían llevarlas encima, salvo autorización expresa, bajo pena de amputación de una mano del infractor; esta prohibición se extendió a otras ciudades rápidamente.
Este mecanismo que permite disparar el arma con una sola mano es el que da origen a la verdadera a pistola. Pistoya, pequeña ciudad de Florencia parece el lugar de origen de la pistola; en España se conocieron al principio como arcabucillos de arzón. Los checos sostienen que el nombre de pistola, tuvo su origen en una pequeña arma de mano bohemia que recibía el nombre de “pistala” o “pipa”.
La pistola de llave de rueda, pronto se convirtió en el arma ideal para caballería ligera. Los “reiters” de Carlos V adoptaron la pistola de llave de rueda, su táctica era cargar sobre el enemigo y antes de llegar al cuerpo a cuerpo descargaban sus pistolas sobre él, retirándose para cargar nuevamente y volviendo a atacar en un continuo carrusel. Grandes capitanes de caballería, como Gustavo Adolfo de Suecia, el  príncipe Mauricio de Nasau, y más tarde Oliverio Cromwelll de Inglaterra, combinaron tácticas en las que aprovechaban la fuerza del choque de la caballería y la efectividad de las descargas de las armas de fuego de llave de rueda.
Se introdujeron grandes perfeccionamientos para dar a este tipo de armas más seguridad y eficacia, dos resortes de pirita por si uno fallaba, combinación con una llave de mecha, armas con dos llaves completas, cañones múltiples, se construyeron modelos con todo el mecanismo interno, estancas frente al agua, e incluso algunas que se montaban el resorte al accionar el perrillo que sostenía la pirita.
A pesar de los muchos perfeccionamientos que hubo, la complejidad del mecanismo de esta llave, el tener que aportar otro artilugio como es la manivela de montaje del resorte, la pirita se desgastaba enseguida y era necesario reponerla constantemente (el sílex más duradero, desgastaba rápidamente los dientes de la rueda), por ultimo el mecanismo se ensuciaba enseguida y era necesaria una asidua limpieza.






  1. LA LLAVE DE PEDERNAL
Parece ser que este tipo de dispositivo para dar fuego a la carga de pólvora, fue bastante contemporáneo con la lleve de rueda. Los documentos existentes datan este invento en países como Italia y Suecia allá por los años 1547. El sistema se basaba, como ya hemos apuntado al hablar de la llave de rueda, en un sistema entonces muy habitual de conseguir fuego golpeando un trozo de acero o eslabón contra un trozo de sílex; el célebre “chisquero”.


El artilugio de la llave de sílex, consistía básicamente en un percutor o perrillo que mediante unas mordazas sujetaban con un tornillo un trozo de sílex tallado, frente al borde afilado del sílex, se oponía una batería o rastrillo de acero, al dispararse el perrillo accionado por un fuerte resorte y liberado mediante un gatillo, golpeaba a la pieza de acero del rastrillo o batería , con lo que generaba un haz de chispas que incidió sobre el cebo de pólvora de la cazoleta o fogón encendiéndolo, el fuego se transmitía a través del oído a la carga de pólvora de la recámara.

Existieron diversas variedades de este mecanismo según las regiones de origen y fases de su evolución, la más destacada por su uso y difusión fueron las conocidas como de “chenapán” o “chenapance”, “miguelete” o “patilla”, “llave a la inglesa”, “llave escandinava” y “llave a la francesa”.
Las ventajas de los mecanismos de chispa montados en armas cortas o largas, de caza o de guerra, se dieron al dotar a estas de una mayor velocidad de disparo, pudiendo realizar el mismo en el momento deseado y preciso. La posibilidad de un disparo fallado con mecanismos en buen estado y pedernales afilados eran nulos. La seguridad contra disparos fortuitos, gracias a la posición de seguro en la que se colocaba el pie de gato, permitía transportar el arma cargada y cebada, y con un simple movimiento manual quedaba el arma en situación de hacer fuego.
La humedad no afecta el funcionamiento de las llaves, pues mojados el pedernal y el rastrillo, la llave funcionaba, no así el cebo, ya que la cobija o batería no obturaba perfectamente la cazoleta pudiendo entrar agua. Así cualquiera sea el mecanismo de un arma de chispa su peor enemigo fue la lluvia.
Respecto a fallas mecánicas, la mayoría de las veces el fallo se debía a la falta de chispas que iniciaban el cebo. La primera causa se deba si el muelle real tuviese poca fuerza, ya sea por desgaste o por defectos en su fabricación. La segunda causa era que el pedernal presentara su filo, la operación de cambiarlo insumia tiempo ya que se necesitaba una herramienta especial para aflojar y apretar las mordazas.
Las armas de chispa abarcan un periodo de existencia de más de 300 años, lo que da una idea del trabajo de armeros y artesanos para lograr un mecanismo de disparo eficaz.









  1. EL ESTRIADO DE LOS CAÑONES
Como siempre nos ocurre, se desconoce quién fue el inventor del rayado de los cañones de las armas de fuego y hemos de constatar que en un principio tampoco se sabía el porqué del motivo de la mejor precisión del arma rayada, hasta tal punto, de crearse teorías muy peregrinas, como la que sostenía que el demonio no podía cabalgar sobre una bala giratoria para desviar su trayectoria, otra sostenía que la  rotación era el movimiento fundamental de la creación y por eso la bala girando era más precisa.
Fue necesario que pasaran tres siglos para que los efectos del rayado, que imprime un movimiento giroscópico al proyectil, fueran científicamente conocidos. Desde el principio se planteó como ajustar la bala al rayado de los cañones sin deformarla y sin inutilizar el arma por atasco con los residuos de pólvora. Aquí también se ignora quien fue le primero que descubrió las ventajas de ajustar la bala a las estrías envolviéndola con un calepino o parche, aparecen calepinos en los accesorios de un fusil rayado existentes en el Arsenal Real de Dresde datado en 1600.

En el Tratado Sobre las Armas de Alonso Martínez del Espinar, fechado en 1644 en España, aparece la descripción de cómo utilizar el calepino y sus ventajas.
Si bien el estriado nació y se utilizó con armas de avancarga, no rindió todos sus frutos hasta el advenimiento de la retrocarga. Que el proyectil introducido por la boca al salir tomar las estrías, parecía al comienzo un problema imposible de resolver.
La solución más rudimentaria y eficaz consistió en deformarlo una vez en el interior de la recámara. Esto se obtenía mediante la utilización de una baqueta de hierro y una maza. También se usó cargar con un proyectil que entrara forzado en el ánima, lo que obligaba a empujarlo desde la boca, tomando la estría desde entonces. Ambas soluciones eran lentas, laboriosas y por ende, sólo aplicables a la práctica del tiro y la caza, pero no a empleos militares. Recién con la adopción del parche o calepino, se encontró una fácil aplicación del rayado y el aprovechamiento de sus ventajas en cuanto al sellado de gases.
El término “rifle” proviene del inglés, donde equivale a estriado y se aplica, en esa lengua y por extensión en general, a toda arma de fuego larga, que presenta la cara interior del cañón tallada con uno o más surcos de paso y forma variables en el tiempo.
El empleo de los proyectiles esféricos no era un hecho casual, existían razones prácticas y aún religiosas que forzaban a ello. Era mucho más fácil su introducción por la boca y la esfera era asociada a los cuerpos celestes, lo que permitía desechar las connotaciones demoníacas que primitivamente poseía el rifle.
G.W.P. Swanson en “PictorialHistory of  the Rifle” opina que la primera explicación del rayado, emitida por un nicromante bávaro en 1522, estaba vigente. La precisión del rifle, se decía, era causada por “el hecho de que el demonio no podía montarse sobre el proyectil, como lo demostraba la pura rotación de las esferas celestes, en comparación con la pecaminosa quietud terrestre”. Para resolver definitivamente la cuestión acerca del rifle. El Arzobispo de Mainz, en 1547 realizó una experiencia, tomando dos miembros de un club de tiro, los hizo disparar a un blanco situado a doscientos pasos, uno de ellos empleaba proyectiles de plata y el otro de plomo, estando los primeros marcados con el signo de la cruz y bendecidos por el clérigo.
Luego de veinte disparos por cada tirador, se halló que las balas de plomo habían dado dieciocho veces en el blanco, mientras que las de plata, nunca. Esto llevó a la conclusión que una demoníaca intervención las había conducido al blanco y como resultado, la construcción de rifles fue prohibida y todos los ejemplares existentes confiscados. La no observancia de lo dispuesto se pagaba con la muerte en la hoguera. Por supuesto que la verdadera razón era otra, las balas de plata no podían “tomar” el rayado de la manera que lo hacían las de plomo.
La prohibición pronto cayó en desuso, pero la relación de las armas con la demonología siguió en pié. En el texto “El martillo de las brujas” fechado en 1487, se describe los medios por los cuales el demonio puede ser inducido a ayudar al tirador. Estas leyendas incluían, por ejemplo, el uso de la hostia consagrada durante la misa, la fundición de mágicas balas en un cruce de caminos, durante la vigilia navideña, mediante semillas de helechos (planta que se caracteriza por carecer de ellas) también se decía que el diablo conducía una escuela de tiro, con grupos de tres cazadores, uno de los cuales perdía su alma.
En medio de tanta credulidad no es raro que el desarrollo del rifle fuera lento. Conjuntamente con la nueva arma hace su aparición el armero. Primeramente las piezas eran confeccionadas por herreros, cerrajeros, y relojeros, en tanto que las culatas y cajas eran confiadas a carpinteros. Los omnipotentes gremios llevaron a limitar la producción y a uniformar los precios. La única excepción fueron, precisamente los armeros que empleados por los monarcas, mantenían sus negocios privados.
El rifle, a causa de su costo y dificultad de carga, fue generalmente dedicado al tiro al blanco y la caza. Para propósitos militares, el arcabuz y el mosquete siguieron en uso durante todo el siglo XVI.



  1. ARMAS DE PERCUSIÓN O PISTÓN
En el año 1807 el párroco escocés Alexander John Forsyth inventa la llave de percusión, aplicando exitosamente fulminantes o detonantes a las armas de fuego, permitiendo a estas un fuego más rápido que con las llaves de chispa.

Consistía en un mecanismo en el que el gatillo (martillo), caía sobre un pistón o varilla de acero, que se colocaba en una pequeña cazoleta o fogón, cuyo fondo estaba cubierto con una pequeña cantidad de pólvora fulminante. Al caer el gatillo sobre el pistón, este golpeaba el cebo, inflamándolo y comunicando a través del oído del cañón, el fuego a la carga de pólvora, produciéndose el disparo.
Perfeccionado el mecanismo, nace la llave Forsyth llamada también "frasco de perfume". Esta llave consiste en un pequeño recipiente que contiene fulminante en estado semi-liquido, que al ser girado sobre su eje, deposita una pequeña cantidad frente al oído y que, al ser golpeada por el gatillo explosiona iniciando el disparo.
Durante los siguientes años, numerosas invenciones trataban de almacenar de manera más confiable y segura a los fulminantes; en unas estaban enceradas en cintas, en rodajas de papel o bien en formas de píldoras barnizadas para preservarlas de la humedad.
El verdadero éxito se da con la invención del pistón en el año 1815 por parte del inventor inglés Egg. El mismo consistía en una cápsula de cobre en cuyo interior se depositaba una pequeña cantidad de fulminante.
El oído con toma de fuego fue sustituido por un pequeño tubo llamado chimenea, de forma troncocónica, y que va roscado en un lateral de la recamara del cañón del arma. En esta chimenea se colocaba el pistón de cobre, que al ser golpeado por un martillo percutor inflama el fulminante, comunicando el fuego a la carga de pólvora del interior del cañón.
Los ejércitos de Europa rápidamente adoptan este sistema, adaptando inclusive las llaves de chispa para lo cual se modifico la forma de la cabeza del martillo percutor, haciéndola más pesada para dar más fuerza al golpe y algo mas cóncava para cubrir parte de la chimenea y evitar que trozos del pistón pudieran saltar al explotar el fulminante dañando la mano del tirador. Los prusianos mejoraron el diseño de los pistones al dotarlos de unas alas en sus bordes que hacían más fácil su colocación, aun de noche.
Pero, como todo tiene su contra, los fulminantes empleados eran sumamente corrosivos y sus residuos absorbentes de la humedad y oxidantes, lo que provocaba el prematuro envejecimiento del arma si no se la limpiaba perfectamente.
El sistema de pistón prevaleció en armas militares hasta el último tercio del siglo XIX, y en las armas civiles hasta los primeros años de XX.











LOS PROYECTILES Y SU EVOLUCIÓN
Los primeros proyectiles que utilizaron estas armas primitivas eran de piedra o de hierro, de forma esférica.
Dicha configuración resultaba poco aerodinámica y provocaba un alcance pobre. Los proyectiles esféricos además carecían de precisión porque los gases producidos por la deflagración de la pólvora escapaban por los espacios existentes entre el proyectil y las paredes internas del caño. Sobredimensionar los proyectiles representaba tener que empujarlos dentro del caño a la fuerza corriendo el riesgo de deformar su forma esférica.
Durante siglos, fueron las únicas disponibles. Su fortaleza consistía en que eran fáciles de fundir por el propio usuario, su principal inconveniente es su pésimo rendimiento aerodinámico.


Hacia el año 1600 en Alemania aparecen los primeros “calepinos”, que eran trozos de tela de algodón o lino lubricados o mojados con saliva que envolvía a la bala para lograr mayor estanqueidad. También podía usarse un trozo de cuero crudo. Para lograr mayor precisión se recurre al rayado interno del ánima del cañón, con objeto de hacer girar la bala para que el efecto giroscópico proporcionara una trayectoria más tensa,  descubrimiento que se le atribuye al armero alemán Augusto Kotter y al diseñador austríaco Gaspar Koller, en el año 1450. Posteriormente se desarrollaron balas cilíndricas.
El capitán del ejército francés Charles Claude Etienne Minié concibe una bala cilindro-cónica de base hueca, denominada “Minié”. Consistió en  Un refinamiento de los últimos tiempos de la avancarga. Se utilizan balas ligeramente sub-calibradas con una perforación cónica en la base. La presión de los gases durante el disparo ensancha esta base y la comprime contra el cañón, con lo que coge las estrías. En principio se usaron tacos de madera encajados en el cono, pero pronto se vió que eran innecesarios. Como inconveniente, la dificultad de fundir este tipo de balas y la mayor complejidad de las turquesas (el molde).

VENTAJAS DE LA PÓLVORA SIN HUMO RESPECTO DE LA NEGRA
No deja prácticamente residuos y los pocos que deja no son higroscópicos, por lo que no producen la rápida oxidación del ánima del cañón.
Apenas sale humo por la boca del cañón al efectuar un disparo.
Es mucho más potente y por eso contribuyó a la reducción de calibres.
Es muy estable he insensible a los cambios de temperatura y golpes, mas fácil de fabricar, y almacenar con un nivel de peligro mas bajo.
Su manejo no es tan peligroso y en caso de que se prendiera fuego, al ser más lenta su combustión apenas haría daños.
    1. DESVENTAJAS DE LA PÓLVORA NEGRA:
Deja muchos residuos en cañón y estos son muy higroscópicos (atraen la humedad).
El abundante humo generado al disparar señalaba la procedencia del disparo y descubría al que lo había realizado.
Es poco potente debido a su rápida combustión.
Es altamente inestable y sensible a los golpes y cambios de temperatura, también muy peligrosa si se la maneja con descuido o negligencia.
Por todo esto a finales del siglo XIX se hicieron innumerables ensayos con distintos tipos de propelentes hasta llegar a lo que conocemos hoy por pólvora sin humo y ya en la ultima década de ese siglo aparecieron los primeros cartuchos militares con este tipo de propelentes, el 8 Lebel, el 30-30 etc.
Su composición es química, y su característica radica en el hecho que al quemarse, prácticamente no produce humo ni deja residuos sólidos. Comparada con la pólvora negra produce tres veces más energía por peso.
Su desarrollo comenzó con la nitrocelulosa y avanzó con el descubrimiento de métodos para controlar su velocidad de combustión. Si bien era conocida desde 1860, se la utilizó en escopetas pero no en fusiles por ser demasiado rápida su combustión. La efectiva aplicación de todos los procesos para llegar a una pólvora sin humo controlada la encontró el francés Vieille en 1884.
Se encuentra en una variedad de formas y tamaños de granos, diseñados para controlar la combustión. Quemada en un espacio confinado (el ánima) produces gases a muy alta temperatura que ocupan un volumen  10.000 veces mayor que su volumen sólido.
Tengamos en cuenta que por definición, se llama explosivo a cualquier compuesto químico o mezcla mecánica que, sometido a calor, impacto, fricción o cualquier otra excitación adecuada, sufre un violento cambio químico (descomposición) con liberación de energía en la forma de calor y luz, produciendo un gran volumen de gases. La característica fundamental no es la cantidad de energía liberada, sino la forma repentina e irresistible con que se descarga esa energía para transformarse en trabajo.
Los diferentes explosivos varían ampliamente en sensibilidad (tipo, intensidad de excitación inicial requerida), velocidad de reacción, contenido de energía, fuerza rompedora y estabilidad.
Aquellos cuya velocidad de descomposición (combustión, deflagración) es tal que permite utilizar la presión de manera controlada para realizar trabajo como carga impulsiva se denominan bajos explosivos, explosivos mecánicos o progresivos (pólvoras). Los otros, cuya velocidad de descomposición es mayor (detonación), de manera que la transformación (formación de gases en particular) se realiza en un tiempo mucho más breve, se denominan explosivos químicos, altos explosivos e iniciadores y se los utiliza aprovechando su fuerza destructora.
Para que la munición pueda funcionar en el tiempo y lugar adecuados, es necesario utilizar diferentes clases de explosivos, cada uno de los cuales tiene un rol específico, sea como fulminante, como carga impulsiva o como carga interna (explosiva).
Los explosivos utilizados en los iniciadores, tales como fulminantes o espoletas, son tan sensibles al choque que pueden ser utilizados en forma segura tan solo en pequeñas cantidades.  



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