DISPOSICIONES LEGALES RENAR VIA AICACYP
NORMA MA01
SITIO OFICIAL DEL RENAR
FORMULARIO ANEXO 1 APTITUD FISICA CLU
FORMULARIO ANEXO 1 APTITUD PSICOLOGICA CLU
MANUAL DE IDENTIFICACION RAPIDA MIRAF
GUIA RAPIDA DE CLASIFICACION
MET
MAR
LEY NACIONAL DE ARMAS Y EXPLOSIVOS
DECRETO REGLAMENTARIO 395/75
EVOLUCION DE LA POLVORA Y LA DINAMITA
POLVORAS Y SISTEMAS DE INICIO
INTRODUCCIÓN A LA CARTUCHERÍA
- ANTECEDENTES HISTÓRICOS YLOS INICIOS
DE LA UTILIZACIÓN DE LA PÓLVORA NEGRA:
La
historia de las armas de fuego, entendiéndose como tales las armas que utilizan
la energía de los gases, producto de la
deflagración de la pólvora para arrojar proyectiles a distancia, resulta muy
extensa y compleja.
Desde sus
remotos orígenes el hombre hizo uso de la fuerza muscular para arrojar
proyectiles, perfeccionando esta habilidad imprescindible para su supervivencia
con la invención de dispositivos como arcos y hondas que almacenaban dicha
fuerza muscular y la liberaban a voluntad.
Con la
aparición de la pólvora, la fuerza bruta es reemplazada por una mezcla de
sustancias químicas (carbón vegetal, azufre y salitre) que al ser encendida es
capaz de impulsar proyectiles orientados en una dirección determinada merced al
uso de un tubo o caño obturado en uno de sus extremos.
Antes de
entrar en el tema de las pólvoras en sí, es conveniente hablar un poco del
fuego como arma. Como tal, fue empleado desde tiempos muy remotos,
particularmente en oriente, en donde existieron infinidad de fórmulas más o
menos inflamables. Pero la creación de combinaciones de sustancias inflamables
y detonantes, con la expresa intención de impulsar elementos sólidos, no se dio
hasta que comenzó el desarrollo de la química en occidente.
Von Braun
en su libro “El resplandor de los cohetes en la historia del hombre” remontan
el uso del fuego a mil años antes de Cristo, atribuyendo a los asirios el
arrojar pez hirviente a sus atacantes, y a los griegos el uso de “marmitas
incendiarias” y “flechas de fuego” desde el siglo IV a.C. Tácito
(aproximadamente 55-117 a.C.) habla de “lanzas de fuego”; Vegecio, setecientos
años más tarde, describe la mezcla de azufre, resina, betún y estopa (fibra de
lino, cáñamo o yute) como de empleo incendiario. Virgilio (70-19 a.C.) en “La
Eneida”, menciona intentos de Salomón para “reproducir el trueno”, posiblemente
basado en las “Candelas romanas”, una suerte de fuego artificial de uso militar
en la época, que eran utilizadas para causar pánico y desorden en
concentraciones de equinos y tropas.
Consistía
en un tubo de hierro de aproximadamente un metro ochenta centímetros, encerrado
entre dos piezas huecas de madera, recubiertas por una envoltura de piel, cuero
o similar. Su carga estaba formada por sucesivas capas de una pólvora fina, de
cuatro o cinco centímetros de espesor, sobre las que se asentaba un proyectil
de cáñamo mezclado con pólvora y cera, todo ello rodeado de una pólvora gruesa.
Sostenido por un palo, introducido o unido a su extremo posterior, era posible
encender el extremo anterior y lograr la expulsión de las bolas de material
encendido.
En la
descripción hemos mencionado el empleo de pólvora y proyectiles, mas se
encuentra muy alejado de la verdadera pólvora y un real proyectil. De igual
manera, podemos ver que el eje de su empleo no residía en la contundencia del
proyectil, por el contrario, más bien en la capacidad de arrojar fuego y
materia inflamada con fines intimidatorios.
Otro caso
es el del “fuego griego”. Plutarco (46-125) en la “Vida de Marcelo” dice que
Arquímedes destruyó la flota romana en Siracusa en el año 212 a.C., con una
mezcla similar a la de la pólvora.
Von Braun,
afirma que durante el sitio de Constantinopla a fines del siglo VII, “los
sarracenos se sintieron desconcertados ante los extraños y prodigiosos efectos
del fuego artificial” y que allí se produce la introducción en el Mediterráneo
del fuego griego.
El
emperador bizantino León III (68-741) describe al fuego griego como arrojadizo
y empleado mediante “sifones” sobre blancos navales. Agrega “tenemos distintas
maneras de destruir blancos enemigos, como por ejemplo por medio de fuego
preparado en tubos, de los cuales sale con el ruido del trueno y con un humo
ígneo que quema las naves contra las que se arroja”. Afirma luego que los
guerreros ”usaban sifones de mano” ara arrojar el fuego preparado al rostro del
enemigo.
La
explicación de los “sifones” quizá la podamos encontrar en un documento
vaticano del siglo XI, con una ilustración referida a una bomba de mano para
lanzar el fuego griego.
En él, se
explica que este fuego lo hacían por medio de las siguientes artes: del pino y
otros arboles perennes se sacaba la resina inflamable, se la frotaba con azufre
y se la introducía en tubos de caña y los hombres soplaban en ellas con soplos
violentos y continuos. Entonces, de ese modo, se encontraba con el fuego en el
camino y se encendía y caía como un torbellino ígneo en la cara del enemigo.
La
invención del fuego griego se le atribuye a Callinico de Heliópolis (silo VII
a.C.) y presentaba dos usos:
a-
El
naval: de uso posiblemente más antiguo; mezcla líquida de azufre y cal viva que
al contacto con el agua detonaba, produciendo mucho humo.
b-
El
terrestre: variante de la anterior, resultante de la mezcla de aceites
minerales y vegetales, alquitrán, resina y grasas animales.
- COMPOSICIÓN Y EVOLUCIÓN DE LA
PÓLVORA.
El origen
de la pólvora es meramente especulativo. Parece que los chinos conocieron algo
similar a la pólvora negra en el siglo VIII a.C., aunque no se puede afirmar
que fueran los primeros ni los únicos. Este conocimiento, aparentemente habría
llegado a Europa a mediados del siglo XIII como elemento productor de humo y/o
llama, y recién en el primer cuarto de siglo siguiente se le dio aplicación
para impulsar un proyectil en las, a partir de entonces, llamadas armas de
fuego. Se desconoce quién tuvo la idea de utilizarla como propelente.
Un antiguo
escrito anónimo de 1410 dice “este arte ha sido descubierto por un Maestro. Su
nombre era Maestro Bertoldo, quien manejaba la Gran Alquimia. Él, mezcló los
ingredientes en un mortero de cobre, lo tapó fuertemente y lo puso en el fuego.
El mortero explotó en pedazos, luego el Maestro trató de hallar si era posible
lanzar una piedra del mismo modo”. En 1643, Joseph Furtenbach en su “Tratado de
Artillería” recoge la afirmación y hecha a rodar la leyenda y la controversia.
Por su
parte, el erudito inglés y capellán del Rey Eduardo III de Inglaterra Walter de
Millemete, aproximadamente en 1325 preparó un trabajos ilustrado para el Rey,
titulado “De SecretisSecretorum”,
donde a pesar de no mencionarla pólvora, ni los cañones, aparecen cañones en
forma de botella muy abultadas en la culata y algo menos en la boca, por la que
se observa una punta de flecha.
Aun así,
los primeros cañones mataron casi con toda seguridad a mas artilleros que
enemigos. Según las crónicas de la época, deducimos que daban un toque de color
a las batallas y causaron un cierto desconcierto al enemigo.
La pólvora
negra es el más viejo explosivo conocido. Tradicionalmente es una mezcla
mecánica de nitrato de potasio (salitre), carbón vegetal y azufre finamente
pulverizados.
El salitre
es el elemento comburente y el carbón el combustible principal. El azufre actúa
también como combustible, pero se agrega básicamente para homogeneizar la
mezcla y disminuir la temperatura de combustión, aunque tiene el inconveniente
de aumentar los residuos.
Durante la
época en la que se usó como carga impulsiva, las proporciones de los
componentes han variado desde porcentajes 42/29/29 (S-C-A) en 1250 a un
75/10/15 en 1871. El motivo de esta variación obedece a las mejoras en la
calidad de los cañones.
La pólvora
negra enciende espontáneamente a aproximadamente 300ºC y desarrolla una elevada
temperatura de combustión (2300/3800ºC). Circunstancia que causa una gran
erosión en las ánimas de las armas, quema con un considerable humo blanco y
deja gran cantidad de residuos sólidos (aproximadamente 45% de gases y 55% de
residuos sólidos de su peso original), residuos que obstruyen el ánima y que
por ser higroscópicos causan oxidación. Generalmente se la encuentra con granos
chicos, negros, que estén recubiertos con grafito.
Es
higroscópica y sujeta a un rápido deterioro cuando se la expone a la humedad,
pero si se la conserva seca, mantiene indefinidamente sus características
explosivas.- es uno de los explosivos más peligrosos para manipular dada la
facilidad con que enciende por calor, fricción o chispa.
Actualmente
se la sigue utilizando en armas de avancarga. Las pólvoras negras actuales se
clasifican en cuatro grados de acuerdo al tamaño del grano. De mayor a menor:
Fg, FFg, FFFg, FFFFg (la F es fine, cuantas más F más fino el grano; la g es
grade). Ocasionalmente se omite la g y la cantidad de letras F (F, 2F, 3F, 4F).
la norma más aceptada para definir el tamaño de los granos de cada clase es
pasar la pólvora por coladores con distinta cantidad de hilos por pulgada.
La pólvora
de serpentín: fue la primera y cruda forma de pólvora negra, obtenida por la
mezcla física de sus tres componentes básicos y que se presentaba como un polvo
negruzco.
Tenía el
inconveniente que sus componentes se separaban por el movimiento durante un
transporte largo, y que emanaba peligrosos gases explosivos. Asimismo era
inestable y con la humedad formaba grumos que quemaban lentamente. Si se
atacaba excesivamente (con la baqueta) se compactaba y no dejaba espacio para
el pasaje de la llama, ardiendo lentamente o no encendiendo. En cambio si se la
atacaba poco, la llama era muy débil.
Dejaba
siempre residuos gomosos que obstruían rápidamente el ánima. Fue sustituida por
la pólvora granulada cuando las armas tuvieron una resistencia adecuada.
La pólvora
granulada: fue uno de los primeros intentos de producir pólvora negra en granos
a partir de la pólvora de serpentín. Era tosca e irregular en el tamaño de los
granos.
Por su
forma, era más estable físicamente y menos higroscópica que la pólvora de
serpentín, su uso se generalizó en la segunda mitad del siglo XVI ya que
aumentó la fuerza en un 30% y obvió la separación de los componentes como en el
caos anterior. El atacado a fondo del proyectil sobre la pólvora no producía
fallas de fuego, ya que quedaban espacios con aire entre los granos, lo que
mejoraba la combustión, quemando aproximadamente al doble de la velocidad que
la de serpentín.
Para
fabricarla, se humedecía el polvo con alcohol y agua para formar una pasta, se
la comprimía en forma de tortas dejándola secar para luegofragmentarla y
tamizarla, separándola así, por el tamaño de sus granos.
Uno de los
desarrollos más avanzados fue el recubrimiento de los granos con grafito que
disminuía la higroscopicidad y la tendencia a desarrollar cargas estáticas, mejoraba la fluidez y eliminaba la
posibilidad de aglomeraciones durante estibas prolongadas. La primera
referencia a la pólvora granulada se encuentra en el Feuerbuch (Libro del
Fuego) de Konrad von Schongau (1429). Si bien los experimentos con este tipo de
pólvora habrían comenzado en Francia en el siglo XIV, fue perfeccionado en
Nuremberg en el siglo XV.
La pólvora
blanca (1785) era pólvora negra en la que se reemplazaban algunos componentes:
al salitre por clorato de potasio (49% de clorato de potasio, 28% de prusiato
de potasio y 23% de azufre). Tenía la ventaja de dejar pocos residuos pero era
muy corrosiva y muy sensible. Fue utilizada en la Guerra Civil norteamericana.
También era llamada pólvora cloratada, pudiendo tener cloratos de amonio o
sodio.
Pólvora
marrón: esta fue la última etapa en la evolución de la pólvora negra. Se
fabricaba con un alto contenido de salitre (hasta un 80%), eventualmente no se
utilizaba azufre y carbón que no se encontraba completamente quemado, pudiendo
ser de paja de centeno. Desarrollaba una combustión más lenta que la negra, con
lo que mejoraba la balística; también producía menores residuos ácidos
corrosivos. Pronto fue superada por las verdaderas pólvoras sin humo, las
nitrocelulósicas.
- LAS PRIMERAS ARMAS DE FUEGO
Las
primeras balas utilizadas en estas primitivas armas eran de piedra o hierro, de
forma esférica. Dicha configuración resultaba poco aerodinámica y provocaba un
corto alcance.
Las balas
esféricas carecían de precisión dado que los gases producidos por la
deflagración de la pólvora escapaban por los espacios existentes entre la bala
y las paredes internas del caño. Sobredimensionar las balas representaba tener
que empujarlas dentro del caño a la fuerza corriendo el riesgo de deformar su
forma esférica.
Hacia el año 1600 en Alemania, aparecen
los primeros ‘calepinos’ los que consistían en un trozo de tela de algodón o
lino lubricado, o mojado con saliva que envolvía la bala para lograr mayor
estanqueidad. También podía usarse un trozo de cuero crudo. Su nombre proviene
del monje italiano, Ambrosio Calepino.
Posteriormente
se desarrollan las balas cilíndricas. El capitán del ejército francés, Charles
Claude Etienne MINIÉ concibe una bala cilíndrico-cónica de base hueca,
denominada ‘MINIÉ’, la que al ser
disparada se expande durante su avance en el interior del cañón ajustándose al
rayado e iniciando un movimiento giratorio sobre su eje y estabilizando su
vuelo hacia el blanco.(1849).
También
aparecieron cañones con ánimas poligonales y balas de idéntica configuración destinados
a lograr un movimiento giratorio del proyectil sobre su eje. Un arma de este
tipo, con su sección hexagonal fue desarrollada por el inglés Joseph WITHWORTH
en 1860.
Respecto a
los sistemas de ignición en las armas de avancarga, en un principio, para
encender la carga propulsora se usaba una antorcha, un tizón o un hierro al
rojo vivo, luego se generaliza el uso de la mecha encendida, más tarde se
utilizaron las chispas del roce de una rueda metálica con una piedra de pirita
(mineral de hierro) o silex, o por el
golpe de pedernal contra una pieza de hierro o más recientemente la detonación
del explosivo conteniendo la cápsula fulminante.
Cañones de
mano:
Se trata de
versiones simplificadas de los cañones de gran tamaño, a los que se los
denominó cañones de mano por ser portátiles.
Fabricados
en hierro o bronce aparecen por el año 1350, existiendo ejemplares hallados en
Suecia (Bombardilla de Loshult) y Alemania (Arma de Tannemberg). No obstante,
se conocen crónicas de batallas donde se mencionan el uso de armas en Europa
desde el periodo 1247 al 1331.
Al
principio todas las armas de fuego se cargaban introduciendo por su boca la
pólvora de impulsión, un taco y el proyectil o proyectiles. En cuanto al
funcionamiento del sistema de ignición existen importantes controversias ya que
se menciona la posibilidad del empleo de una braza o hierro enrojecido para
hacerlo funcionar introduciéndolo en el fogón, pero parece más probable que se
usara un botafuego, que consistía en una varilla con un trozo de yesca o mecha
encendida asegurada en un extremo.
Esta
situación mejoró en el siglo XV con la incorporación del serpentín en los
sistemas de mecha, lo que permitía sostener el arma con ambas manos y apuntar
al objetivo con mayor precisión, aumentando así la eficacia del arma
El primer
documento en el cual se registra la utilización de armas de fuego, corresponde
a una crónica de la ciudad de Gante (Bélgica) fechada en 1313, en la cual se
dice que este tipo de armas se empleo por primera vez en Alemania. Desde el año
1350 ya encontramos constancias graficas de un arma que un hombre podía manejar
y disparar por si mismo.
SISTEMAS DE IGNICIÓN
- ANTORCHA, TIZÓN, O HIERRO AL ROJO
VIVO:
Estas
primeras armas de fuego, ligeras o portátiles, consistían en un tubo metálico,
cerrado por un extremo, llamado "culata" y en la parte superior de
esta existía un orificio, el fogón. El uso del arma era una tarea compleja ya
que por el extremo abierto se introduce la pólvora, el o los proyectiles con
cera, y un tapón de estopa o papel, se comprimía a golpes de baqueta y así
cargada se llenaba con pólvora el fogón y se apoyaba en el suelo en un ángulo
apropiado, tras apuntar con una mano lo más precisamente posible y
sosteniéndola con una mano, con la otra se acercaba al pequeño orificio una
mecha o un carbón encendido, el cual comunicaba el fuego al interior del arma produciendo
el disparo, e impulsaba la bala de piedra o hierro. Producía con esto, un
espeso humo y un fuerte retroceso.
Para poder
tomar el arma y apoyarla en el suelo, esta poseía un soporte de madera que
hacía las veces de mango y protegía al
tirador de las altas temperaturas del caño de metal.
Las
dimensiones y peso de estas armas era variable pero en general poseían un ánima
de unos 35 mm y una longitud de unos 30
o 40 cm, con un peso que rondaba los 10kg.
Estas
primitivas armas de fuego pueden considerarse como las antecesoras de las
pistolas, aunque no era otra cosa que un pequeño cañón de mano. El principal
inconveniente que presentaba este método es que necesitaba una mano para llevar
la mecha al oído del arma, por la cual esta solo podía empuñarse con una sola
mano. En la búsqueda de un sistema seguro para "dar" fuego al arma,
nació la llave de serpentín.
- ARMAS DE AVANCARGA PORTÁTILES,
EVOLUCIÓN. UTILIZACIÓN DE LA LLAVE DE MECHA O SERPENTÍN:
En efecto
se facilitaba el apuntar dedo que ya se adoptaba el afuste, caja de madera o
culata del arma para poder sostenerla horizontalmente y apoyarla en el hombro
para soportar el retroceso y se crea así el primer mecanismo de disparo, que
era una simple varilla en forma de ‘C’ con una hendidura en el extremo para
poder sujetar la mecha.
La llave de
mecha más antigua que se conoce consiste en un gancho curvo, sujeto mediante un
tornillo al costado derecho del arma. El disparo se realizaba basculando el
gancho (serpentín) hasta que la mecha, a él sujeta, se ponía en contacto con el
cebo de pólvora que contenía la cazoleta.
El siguiente paso en la
evolución de la llave, fue la instalación de un muelle que hacia volver a su
posición original al extremo portador de la macha. Esta llave alcanzo su mayor
perfeccionamiento cuando se la doto de un sistema a base de palancas y resorte
que facilitaban, acortabas y aseguraban el funcionamiento del arma; ya que,
mediante una palanca de largo brazo y un muelle, se consiguió un funcionamiento
mecánico, que hacia llevar la mecha encendida sobre la cazoleta del arma, con
un pequeño movimiento de un disparador, accionado igual que en una moderna
arma, con el dedo índice de la mano.
Las llaves de mecha pueden
catalogarse en dos grupos principales. Las que la presión del disparador
aproxima lentamente la mecha a la cazoleta; y las que al apretar el disparador,
la mecha se mueve bruscamente, bajo la acción directa de un muelle, acercándose
al cebo.
En ocasiones era difícil
mantener la mecha encendida por lo que se encendían los dos extremos,
asegurándose así el uso del arma, en caso de apagarse uno de ellos. La mecha se
encendía frotando un trozo de pedernal contra otro de acero, sobre el que se
colocaba la mecha.
La mayor
simplicidad y perfección de la llave de mecha se encuentran en los mosquetes
hindúes del siglo XVIII y XIX. Armas caracterizadas por su largo cañón y su
ornamentación en oro, plata, nácar y lacas, sobre su caja de madera.
El
mecanismo se encontraba dentro de la caja e incluso de la serpentina solo
asomaba la cabeza que sujetaba la mecha, además de poseer un funcionamiento del
disparador suave y seguro.
A pesar de
los inconvenientes de la llave de mecha, sobretodo posibilidad de accidente
manejando la mecha junto con la pólvora, imposibilidad de manejo en condiciones
climatológicas adversas, la detección nocturna por el fulgor de la mecha
encendida, etc., el sistema fue capaz de perdurar casi tres siglos; aún en el
siglo XVIII persistían en armas de concurso. La utilización de armas militares
durante mucho tiempo fue en definitiva su simplicidad y su bajo coste. El manejo,
dada su peligrosidad, requería una buena y larga instrucción, y gran destreza
hasta lograr marcar los tiempos de la carga maquinalmente.
El
arcabucero o mosquetero era un soldado selecto, lo cual lo hacían notar en la
vestimenta y en el donaire al desfilar. La mecánica de la carga y del disparo
era tan compleja como lo que sigue: La mecha debía estar encendida por los dos
extremos, para así tener más seguridad de que al menos uno de ellos estuviese
encendido en el momento del disparo. La misma mano izquierda debía sujetar el
arma y la mecha encendida. Debía verter la carga de pólvora en el cañón, luego
introducir la bala sacándola de la bolsa o de la boca y atacarla, junto con un
trozo de estopa, tela, piel muy fina o papel, con la baqueta. Por ultimo cebar
el fogón o cazoleta con pólvora fina vertida del polvorín, cerrar la guarda de
la cazoleta y ajustar la mecha en el serpentín, soplando el extremo
incandescente para avivar la brasa y desprender la cenizas. En el momento de
disparar, debía abrir la guarda, encarar el arma, apuntar y apretar el gatillo.
Después del disparo debía retirar la mecha del serpentín e iniciar otra vez
todas las operaciones descritas para volver a efectuar otro disparo.
Al
respecto es curioso comentar el reglamento militar del Estado de Virginia que
recogemos del libro de H. L. Peterson. Este reglamento data de 1611, y describe
como debe actuar un mosquetero de guardia: “Debe llevar su arma sobre el
hombro, los dos extremos de la mecha encendidos, el moquete cargado y atacado, balas
en la boca y permanecer así al acecho, vigilante y con el oído alerta hasta que
su cabo venga con el relevo”. Dio seguridad y agilidad en el mecanismo de
la carga la introducción, de lo que podíamos llamar precursor del cartucho, de
pequeños envases de madera en los cuales estaban dosificadas las cargas de
pólvora2. Parece ser que lo corriente es que portaran doce envases o cartuchos
de esta índole, y que dieron en llamar “los doce apóstoles” También
portaba, el arcabucero o mosquetero, además del pesado arcabuz o mosquete, la
mecha y la polvorera, otra pequeña polvorera conocida con el nombre polvorín
para cebar con pólvora fina la cazoleta o fogón. La munición de balas la
portaba en una bolsa y en combate en la boca como ya hemos mencionado, complicaban
la dotación con la baqueta para empujar la bala y atacar, y la horquilla de
apoyo para poder apuntar la pesada armas.
La mecha
sé hacia de una fibra vegetal, como algodón, lino o cáñamo, que se impregnaba
de una sustancia muy combustible corrientemente con salitre, de tal forma, que
diese una combustión lenta formase un ascua permanente, a razón de entre 8 y 30
cm por hora.
Las
exploraciones y conquistas europeas extendieron por las Indias Orientales, a
partir del siglo XVI, este tipo de armas. Vasco de Gama llegó a las Indias
Orientales en 1542, pero serian los navegantes portugueses los que darían a
conocer estas armas en el Japón o Cipango. Precisamente la tirada que denomina
el Comité Internacional “tanegashima”, conmemora el nombre
de la isla del Japón donde se dieron a conocer por primera vez este tipo de
armas en este país.
Según la
crónica japonesa que narra la llegada de los portugueses en un documento de la
“Era Keichoa” (1596 -1614); conocida como crónica “Teppo-ki” o “Crónica
de los Arcabuceros”. Parece ser,
que todo empezó con el arribado forzoso a esta isla de un junco desarbolado a
causa de un tifón en 1543, en el que viajaban los portugueses Antonio de Mota,
Antonio Peixoto y Francisco Zeimoto. Cinco meses después el “daímo” Tokitaka1
tenia 600 réplicas de lo que debieron ser petrinales, y había montado una
fabrica de pólvora. El “kajiya” local2 llamado YaittaKimbeiKujosada, que copio
los petrinales portugueses, entrego a su hija Wakasa en agradecimiento por la
información. El capitán portugués que la recibió en prenda, se vio forzado poco
después, a devolverla a causa de la enorme tristeza que invadió a la doncella
por el abandono del hogar familiar y de sus costumbres. El arcabuz de mecha se
extendió por todo Japón y fue el arma de fuego tradicional hasta los tiempos
más modernos, los perfeccionamientos occidentales en armas portátiles no se
adaptaron en Japón hasta la mitad del siglo XIX.
De cualquier
forma el arma portátil de llave de mecha, era complicada y difícil de manejar,
poco precisa y que sólo evidenciaba su efectividad militar cuando se disparaba
masivamente sobre formaciones nutridas de soldados. Un ejemplo de indignación
en contra de sus deficiencias e ineficacia .El conquistador Hernando de Soto,
allá por el año 1539, en su marcha por el “Sudoeste Americano”, se
sintió tan defraudado por la poca precisión de sus arcabuces, en contra de la
gran movilidad de los indios, que los destruyó y con sus cañones forjó picas.
- LA LLAVE DE RUEDA
En el siglo XVI aparece una
gran aportación a la ignición de la carga de pólvora de las armas portátiles,
la llave de rueda. El sistema se inspiró probablemente en la mecánica existente
de conseguir fuego haciendo incidir un haz de chispas, logrado al golpear una
pieza de acero o eslabón con un trozo de pirita o sílex, sobre yesca bien seca;
el típico chisquero. En aquel tiempo fue la culminación del sueño de los
armeros. El mecanismo se asemejaba a un encendedor actual.
El arma de fuego de llave de
rueda se extendió por todos los países de habla alemana fundamentalmente y
luego al resto de países europeos, y especialmente en América; continúo
fabricándose durante dos siglos. Cuando Carlos V fue coronado emperador de
Alemania, introdujo en España la llave de rueda al traerse armeros
especializados en su construcción. Carlos V tenía la afición de la armería a la
que dedicaba todo su tiempo libre, ya que según dice H. L. Peterson, soñó toda
su vida con llegar a ser un buen armero. A pesar de que en 1650 decayó su uso,
se siguió utilizando y fabricando llaves de rueda, las últimas armas de este
tipo construidas comercialmente fueron pistolas de Le Page fechadas en 1829 en
Paris.
La
paternidad del invento es situada en algún lugar entre Nuremberg y Milán, la
razón de esta afirmación es la de que la documentación existente, y los
primeros artilugios conocidos provienen de esta zona, que fue el principal
centro de producción y el más célebre. La tradición alemana atribuye el invento
de la llave de rueda a Johann Kiefuss de Nuremberg en 1517, pero esta
paternidad esta poco documentada y más originada por la leyenda que por datos
concretos. El documento más antiguo que se conoce, data 1508, es el Codex
Atlanticus de Leonardo da Vinci y describe una llave de rueda, si bien es un
croquis muy teórico que indica que pudo ser el inventor pero que no llevo a la
práctica el invento. En la crónica de los Augsburgo, allá por los años 1515, se
encuentra una referencia documental sobre una arma con llave de rueda. También
se conserva un ejemplar de arcabuz de llave de rueda, más clásico, fabricado
para el mismo Carlos V y que data de 1530. Unas llaves de rueda de aspecto
primitivo, con el resorte anterior, han sido atribuidas a la península Ibérica.
El que el arma tuviera tal eficacia, hizo
que ejerciese gran influencia sobre la sociedad de aquellos tiempos en general
y sobre la estrategia bélica. El que ya se pudiera llevar un arma de fuego
oculta dispuesta para disparar, hizo que el emperador Maximiliano prohibiera su
uso y fabricación, allá por los años 1518. En la ciudad italiana de Ferrara,
fue prohibido llevar ballestas y armas de fuego de rueda dentro de la ciudad,
al año siguiente las ordenanzas fueron más severas y decían que considerando
diabólicas las armas de fuego de rueda, prohibían llevarlas encima, salvo
autorización expresa, bajo pena de amputación de una mano del infractor; esta
prohibición se extendió a otras ciudades rápidamente.
Este mecanismo que permite disparar el
arma con una sola mano es el que da origen a la verdadera a pistola. Pistoya,
pequeña ciudad de Florencia parece el lugar de origen de la pistola; en España
se conocieron al principio como arcabucillos de arzón. Los checos sostienen que
el nombre de pistola, tuvo su origen en una pequeña arma de mano bohemia que
recibía el nombre de “pistala” o “pipa”.
La pistola de llave de rueda, pronto se convirtió
en el arma ideal para caballería ligera. Los “reiters” de Carlos V
adoptaron la pistola de llave de rueda, su táctica era cargar sobre el enemigo
y antes de llegar al cuerpo a cuerpo descargaban sus pistolas sobre él,
retirándose para cargar nuevamente y volviendo a atacar en un continuo
carrusel. Grandes capitanes de caballería, como Gustavo Adolfo de Suecia,
el príncipe Mauricio de Nasau, y más
tarde Oliverio Cromwelll de Inglaterra, combinaron tácticas en las que
aprovechaban la fuerza del choque de la caballería y la efectividad de las
descargas de las armas de fuego de llave de rueda.
Se introdujeron grandes
perfeccionamientos para dar a este tipo de armas más seguridad y eficacia, dos
resortes de pirita por si uno fallaba, combinación con una llave de mecha,
armas con dos llaves completas, cañones múltiples, se construyeron modelos con
todo el mecanismo interno, estancas frente al agua, e incluso algunas que se
montaban el resorte al accionar el perrillo que sostenía la pirita.
A pesar de los muchos perfeccionamientos
que hubo, la complejidad del mecanismo de esta llave, el tener que aportar otro
artilugio como es la manivela de montaje del resorte, la pirita se desgastaba
enseguida y era necesario reponerla constantemente (el sílex más duradero,
desgastaba rápidamente los dientes de la rueda), por ultimo el mecanismo se
ensuciaba enseguida y era necesaria una asidua limpieza.
- LA LLAVE DE PEDERNAL
El artilugio
de la llave de sílex, consistía básicamente en un percutor o perrillo que
mediante unas mordazas sujetaban con un tornillo un trozo de sílex tallado,
frente al borde afilado del sílex, se oponía una batería o rastrillo de acero,
al dispararse el perrillo accionado por un fuerte resorte y liberado mediante
un gatillo, golpeaba a la pieza de acero del rastrillo o batería , con lo que
generaba un haz de chispas que incidió sobre el cebo de pólvora de la cazoleta
o fogón encendiéndolo, el fuego se transmitía a través del oído a la carga de
pólvora de la recámara.
Existieron
diversas variedades de este mecanismo según las regiones de origen y fases de
su evolución, la más destacada por su uso y difusión fueron las conocidas como
de “chenapán” o “chenapance”, “miguelete” o “patilla”, “llave
a la inglesa”, “llave escandinava” y “llave a la francesa”.
Las ventajas de los mecanismos de chispa
montados en armas cortas o largas, de caza o de guerra, se dieron al dotar a
estas de una mayor velocidad de disparo, pudiendo realizar el mismo en el
momento deseado y preciso. La posibilidad de un disparo fallado con mecanismos
en buen estado y pedernales afilados eran nulos. La seguridad contra disparos
fortuitos, gracias a la posición de seguro en la que se colocaba el pie de
gato, permitía transportar el arma cargada y cebada, y con un simple movimiento
manual quedaba el arma en situación de hacer fuego.
Respecto a fallas mecánicas, la mayoría de
las veces el fallo se debía a la falta de chispas que iniciaban el cebo. La
primera causa se deba si el muelle real tuviese poca fuerza, ya sea por
desgaste o por defectos en su fabricación. La segunda causa era que el pedernal
presentara su filo, la operación de cambiarlo insumia tiempo ya que se
necesitaba una herramienta especial para aflojar y apretar las mordazas.
Las armas de chispa abarcan un periodo de
existencia de más de 300 años, lo que da una idea del trabajo de armeros y
artesanos para lograr un mecanismo de disparo eficaz.
- EL ESTRIADO DE LOS
CAÑONES
Como siempre
nos ocurre, se desconoce quién fue el inventor del rayado de los cañones de las
armas de fuego y hemos de constatar que en un principio tampoco se sabía el
porqué del motivo de la mejor precisión del arma rayada, hasta tal punto, de
crearse teorías muy peregrinas, como la que sostenía que el demonio no podía
cabalgar sobre una bala giratoria para desviar su trayectoria, otra sostenía
que la rotación era el movimiento
fundamental de la creación y por eso la bala girando era más precisa.
Si bien el
estriado nació y se utilizó con armas de avancarga, no rindió todos sus frutos
hasta el advenimiento de la retrocarga. Que el proyectil introducido por la
boca al salir tomar las estrías, parecía al comienzo un problema imposible de
resolver.
La solución
más rudimentaria y eficaz consistió en deformarlo una vez en el interior de la
recámara. Esto se obtenía mediante la utilización de una baqueta de hierro y
una maza. También se usó cargar con un proyectil que entrara forzado en el
ánima, lo que obligaba a empujarlo desde la boca, tomando la estría desde
entonces. Ambas soluciones eran lentas, laboriosas y por ende, sólo aplicables
a la práctica del tiro y la caza, pero no a empleos militares. Recién con la
adopción del parche o calepino, se encontró una fácil aplicación del rayado y
el aprovechamiento de sus ventajas en cuanto al sellado de gases.
El término “rifle” proviene del inglés, donde
equivale a estriado y se aplica, en esa lengua y por extensión en general, a
toda arma de fuego larga, que presenta la cara interior del cañón tallada con
uno o más surcos de paso y forma variables en el tiempo.
El empleo de
los proyectiles esféricos no era un hecho casual, existían razones prácticas y
aún religiosas que forzaban a ello. Era mucho más fácil su introducción por la
boca y la esfera era asociada a los cuerpos celestes, lo que permitía desechar
las connotaciones demoníacas que primitivamente poseía el rifle.
G.W.P.
Swanson en “PictorialHistory of the
Rifle” opina que la primera explicación del rayado, emitida por un nicromante
bávaro en 1522, estaba vigente. La precisión del rifle, se decía, era causada
por “el hecho de que el demonio no podía montarse sobre el proyectil, como lo
demostraba la pura rotación de las esferas celestes, en comparación con la
pecaminosa quietud terrestre”. Para resolver definitivamente la cuestión acerca
del rifle. El Arzobispo de Mainz, en 1547 realizó una experiencia, tomando dos
miembros de un club de tiro, los hizo disparar a un blanco situado a doscientos
pasos, uno de ellos empleaba proyectiles de plata y el otro de plomo, estando
los primeros marcados con el signo de la cruz y bendecidos por el clérigo.
Luego de
veinte disparos por cada tirador, se halló que las balas de plomo habían dado
dieciocho veces en el blanco, mientras que las de plata, nunca. Esto llevó a la
conclusión que una demoníaca intervención las había conducido al blanco y como
resultado, la construcción de rifles fue prohibida y todos los ejemplares
existentes confiscados. La no observancia de lo dispuesto se pagaba con la
muerte en la hoguera. Por supuesto que la verdadera razón era otra, las balas
de plata no podían “tomar” el rayado de la manera que lo hacían las de plomo.
La
prohibición pronto cayó en desuso, pero la relación de las armas con la
demonología siguió en pié. En el texto “El martillo de las brujas” fechado en
1487, se describe los medios por los cuales el demonio puede ser inducido a
ayudar al tirador. Estas leyendas incluían, por ejemplo, el uso de la hostia
consagrada durante la misa, la fundición de mágicas balas en un cruce de
caminos, durante la vigilia navideña, mediante semillas de helechos (planta que
se caracteriza por carecer de ellas) también se decía que el diablo conducía
una escuela de tiro, con grupos de tres cazadores, uno de los cuales perdía su
alma.
En medio de
tanta credulidad no es raro que el desarrollo del rifle fuera lento.
Conjuntamente con la nueva arma hace su aparición el armero. Primeramente las
piezas eran confeccionadas por herreros, cerrajeros, y relojeros, en tanto que
las culatas y cajas eran confiadas a carpinteros. Los omnipotentes gremios
llevaron a limitar la producción y a uniformar los precios. La única excepción
fueron, precisamente los armeros que empleados por los monarcas, mantenían sus
negocios privados.
El rifle, a
causa de su costo y dificultad de carga, fue generalmente dedicado al tiro al
blanco y la caza. Para propósitos militares, el arcabuz y el mosquete siguieron
en uso durante todo el siglo XVI.
- ARMAS DE PERCUSIÓN
O PISTÓN
Consistía en un mecanismo en el que el gatillo (martillo), caía sobre un pistón o varilla de acero, que se colocaba en una pequeña cazoleta o fogón, cuyo fondo estaba cubierto con una pequeña cantidad de pólvora fulminante. Al caer el gatillo sobre el pistón, este golpeaba el cebo, inflamándolo y comunicando a través del oído del cañón, el fuego a la carga de pólvora, produciéndose el disparo.
Perfeccionado el mecanismo, nace la llave
Forsyth llamada también "frasco de perfume". Esta llave consiste en
un pequeño recipiente que contiene fulminante en estado semi-liquido, que al
ser girado sobre su eje, deposita una pequeña cantidad frente al oído y que, al
ser golpeada por el gatillo explosiona iniciando el disparo.
Durante los siguientes años, numerosas
invenciones trataban de almacenar de manera más confiable y segura a los
fulminantes; en unas estaban enceradas en cintas, en rodajas de papel o bien en
formas de píldoras barnizadas para preservarlas de la humedad.
El verdadero éxito se da con la invención
del pistón en el año 1815 por parte del inventor inglés Egg. El mismo consistía
en una cápsula de cobre en cuyo interior se depositaba una pequeña cantidad de
fulminante.
El oído con toma de fuego fue sustituido
por un pequeño tubo llamado chimenea, de forma troncocónica, y que va roscado
en un lateral de la recamara del cañón del arma. En esta chimenea se colocaba
el pistón de cobre, que al ser golpeado por un martillo percutor inflama el
fulminante, comunicando el fuego a la carga de pólvora del interior del cañón.
Pero, como todo tiene su contra, los
fulminantes empleados eran sumamente corrosivos y sus residuos absorbentes de
la humedad y oxidantes, lo que provocaba el prematuro envejecimiento del arma
si no se la limpiaba perfectamente.
El sistema de pistón prevaleció en armas
militares hasta el último tercio del siglo XIX, y en las armas civiles hasta
los primeros años de XX.
LOS
PROYECTILES Y SU EVOLUCIÓN
Dicha
configuración resultaba poco aerodinámica y provocaba un alcance pobre. Los
proyectiles esféricos además carecían de precisión porque los gases producidos
por la deflagración de la pólvora escapaban por los espacios existentes entre
el proyectil y las paredes internas del caño. Sobredimensionar los proyectiles
representaba tener que empujarlos dentro del caño a la fuerza corriendo el
riesgo de deformar su forma esférica.
Hacia el
año 1600 en Alemania aparecen los primeros “calepinos”, que eran trozos de tela
de algodón o lino lubricados o mojados con saliva que envolvía a la bala para
lograr mayor estanqueidad. También podía usarse un trozo de cuero crudo. Para
lograr mayor precisión se recurre al rayado interno del ánima del cañón, con objeto de hacer girar la bala para que
el efecto giroscópico proporcionara una trayectoria más tensa, descubrimiento que se le atribuye al armero
alemán Augusto Kotter y al diseñador austríaco Gaspar Koller, en el año 1450.
Posteriormente se desarrollaron balas cilíndricas.
No deja prácticamente residuos y los
pocos que deja no son higroscópicos, por lo que no producen la rápida oxidación
del ánima del cañón.
Apenas sale humo por la boca del cañón al
efectuar un disparo.
Es mucho más potente y por eso contribuyó
a la reducción de calibres.
Es muy estable he insensible a los
cambios de temperatura y golpes, mas fácil de fabricar, y almacenar con un
nivel de peligro mas bajo.
Su manejo no es tan peligroso y en caso
de que se prendiera fuego, al ser más lenta su combustión apenas haría daños.
- DESVENTAJAS DE LA PÓLVORA NEGRA:
Deja muchos residuos en cañón y estos son
muy higroscópicos (atraen la humedad).
El abundante humo generado al disparar
señalaba la procedencia del disparo y descubría al que lo había realizado.
Es poco potente debido a su rápida
combustión.
Es altamente inestable y sensible a los
golpes y cambios de temperatura, también muy peligrosa si se la maneja con
descuido o negligencia.
Por todo esto a finales del siglo XIX se
hicieron innumerables ensayos con distintos tipos de propelentes hasta llegar a
lo que conocemos hoy por pólvora sin humo y ya en la ultima década de ese siglo
aparecieron los primeros cartuchos militares con este tipo de propelentes, el 8
Lebel, el 30-30 etc.
Su composición es química, y
su característica radica en el hecho que al quemarse, prácticamente no produce
humo ni deja residuos sólidos. Comparada con la pólvora negra produce tres
veces más energía por peso.
Su
desarrollo comenzó con la nitrocelulosa y avanzó con el descubrimiento de
métodos para controlar su velocidad de combustión. Si bien era conocida desde
1860, se la utilizó en escopetas pero no en fusiles por ser demasiado rápida su
combustión. La efectiva aplicación de todos los procesos para llegar a una
pólvora sin humo controlada la encontró el francés Vieille en 1884.
Se
encuentra en una variedad de formas y tamaños de granos, diseñados para
controlar la combustión. Quemada en un espacio confinado (el ánima) produces
gases a muy alta temperatura que ocupan un volumen 10.000 veces mayor que su volumen sólido.
Tengamos
en cuenta que por definición, se llama explosivo a cualquier compuesto químico
o mezcla mecánica que, sometido a calor, impacto, fricción o cualquier otra
excitación adecuada, sufre un violento cambio químico (descomposición) con
liberación de energía en la forma de calor y luz, produciendo un gran volumen
de gases. La característica fundamental no es la cantidad de energía liberada,
sino la forma repentina e irresistible con que se descarga esa energía para
transformarse en trabajo.
Los
diferentes explosivos varían ampliamente en sensibilidad (tipo, intensidad de
excitación inicial requerida), velocidad de reacción, contenido de energía,
fuerza rompedora y estabilidad.
Aquellos
cuya velocidad de descomposición (combustión, deflagración) es tal que permite
utilizar la presión de manera controlada para realizar trabajo como carga
impulsiva se denominan bajos explosivos, explosivos mecánicos o progresivos
(pólvoras). Los otros, cuya velocidad de descomposición es mayor (detonación),
de manera que la transformación (formación de gases en particular) se realiza
en un tiempo mucho más breve, se denominan explosivos químicos, altos
explosivos e iniciadores y se los utiliza aprovechando su fuerza destructora.
Para que
la munición pueda funcionar en el tiempo y lugar adecuados, es necesario
utilizar diferentes clases de explosivos, cada uno de los cuales tiene un rol
específico, sea como fulminante, como carga impulsiva o como carga interna
(explosiva).
Los explosivos
utilizados en los iniciadores, tales como fulminantes o espoletas, son tan
sensibles al choque que pueden ser utilizados en forma segura tan solo en
pequeñas cantidades.
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